lunes, 22 de octubre de 2012

UN BUEN RECUERDO: LA CARA Y LA CRUZ

Este mes de octubre llevo unos días acordándome de una entrevista que me hicieron hace ya cuatro años, para mi es un buen recuerdo, de hecho para mi es entrañable recordar cómo conocí a la periodista, María Ábalo, en la presentación en el Colegio de Psicólogos de Madrid, del libro publicado por Salvat, titulado "El Reto de Ser Padres", allí nos conocimos, charlamos, le expliqué cómo yo me sentía como una moneda, la cara para mis padres y la cruz para mi madre de nacimiento, parece que le interesó lo que le decía, tanto que y nos emplazamos para vernos a los pocos días  en una terraza en el Parque del Retiro. Era una tarde soleada y disfrutamos de una la larga conversación, estuvimos hablando casi durante 3 horas. Esa larga y agradable conversación dio como resultado el reportage que se publicó, precisamente en octubre en la revista www.elbebe.com,  a la que se puede acceder a través del siguiente enlace:

http://www.elbebe.com/adopcion/reportaje-sobre-adopcion-todos-hijos-adoptados-tienen-derecho-conocer-su-historia-y-origen-pag-1-3#comentarios

Además, he copiado y pegado aquí el texto íntegro del reportaje:


01/10/2008
*                             
*                            Hasta no hace muchos años hablar de adopción entre padres e hijos adoptivos era sinónimo de silencio. Los padres creían que informar sobre la verdad podía afectar al buen desarrollo de los hijos.
*                             
*                            Hoy, los estudios de psicología infantil demuestran que no revelar el origen del niño produce efectos perjudiciales en la persona y genera desconfianza e inseguridad entre padres e hijos.

María Abalo/elbebe.com

En España, desde que se aprobó la Ley de Adopción Internacional el 28 de diciembre de 2007, todos los hijos, incluso los concebidos mediante técnicas de reproducción asistida, tienen derecho a conocer sus orígenes biológicos a partir de la mayoría de edad. Un derecho que ya reconocía el Código Civil y que las Comunidades Autónomas recogían en sus respectivas legislaciones, ya que en materia de adopción las competencias están transferidas. Sin embargo, la realidad es otra ya que para muchos hijos adoptados su historia y su origen familiar todavía son como una hoja en blanco.

La adopción. La cara y la cruz de una madre adoptada

Beatriz (Madrid, 1971), nuestra madre protagonista, fue un regalo del cielo para sus padres. Su infancia transcurrió dentro de la normalidad como la de cualquier niño, feliz y sin demasiadas complicaciones, pasando por las etapas propias de la vida: infancia, adolescencia, madurez... Sus padres adoptivos le brindaron todo el amor, comprensión y cuidado desde sus primeras horas de vida, y así ha sido hasta hoy. Sin embargo, no hablar de su adopción como algo natural la condujo, años más tarde, a hacerse muchas preguntas en silencio.

A finales de los años 70, la adopción era un hecho casi privado, sin notoriedad pública, reservado a la familia y a un grupo reducido de amigos. Nadie preguntaba nada, ni nadie daba explicaciones. En aquel momento se protegía más la voluntad de los padres que el derecho a la información de los hijos. Además, los padres adoptivos vivían con un temor acérrimo a que su entorno los estigmatizara por sus problemas de esterilidad o que en algún momento sus hijos le espetasen eso de “quiero saber algo de mi familia de origen” o años más tarde aquello de “cállate, tu no eres mi padre”. Según Felipe Marín, Psicólogo Psicoanalista del Centro Th. Reik, algunas de las razones por las que los padres temen hablar de la adopción son pudor, falta de preparación o limitaciones a la hora de expresar sus sentimientos.

En el caso de Beatriz llegó un momento en que no podía dejar de preguntarse por qué era tan diferente de sus padres. Y aunque había muchas similitudes fruto de la convivencia, también había bastantes diferencias. Hoy sabe lo que es ser madre, ya que tiene tres hijos. Y la única pieza de su historia que le faltaba por conocer, la ha conseguido encajar. Ha deshecho el nudo que llevaba dentro y reducir, si cabe, la distancia que la separaba de su familia producida por la ausencia de comunicación. Un silencio que ha mimetizado de sus padres y que, por extensión, también ha marcado su relación con sus hijos.

¿Qué ocurre cuándo descubre que es adoptada?

Beatriz necesitó saber quién era cuando fue algo mayor, alrededor de los treinta años, momento en que ya era madre de tres hijos, estaba felizmente casada y la relación con sus padres era buena. Conoció su condición de adoptada desde que tuvo uso de razón, alrededor de los siete u ocho años.
Desde pequeña fue una niña muy curiosa y sobre todo, muy observadora. El primer indicio de sus sospechas fue la diferencia de edad que la separaba de sus padres, ya que eran algo mayores a los de su generación de amigos. El segundo fue su condición de hija única. Su madre, aparte de cuidar a su padre y a ella como si fuesen familia numerosa, siempre manifestó su pesar por no tener más hijos, pero nunca le ofreció una explicación clara de por qué no podía tener descendencia. El tercero fue cuando encontró una fotografía de su madre en bañador y sin tripa un mes antes de su nacimiento. Y el último, estudiando los grupos sanguíneos en clases de biología, cuando tenía once o doce años. En ese momento se dio cuenta de que genéticamente era imposible que fuera hija biológica de sus padres.

Beatriz siempre tuvo dudas, pero no tenía certezas. Durante todo ese tiempo calló y no dijo nada. Hasta que llegó un día, con trece años, que le comentó a una amiga que creía que era adoptada y ella, para su sorpresa, le respondió- Anda, ¡pues claro!.

Muchos menores, al igual que Beatriz, sospechan de su condición de hijos adoptados desde temprana edad. Sin embargo, el temor de las familias a revelar la verdad sobre sus orígenes conduce a muchos de ellos a inhibir su capacidad de preguntar e inconscientemente frenan su curiosidad natural.“Una de las consecuencias de la ausencia de información es anular el deseo de conocer. Estas situaciones conducen a los hijos a pensar que saber resulta peligroso y que puede poner en peligro el amor que tienen los hijos por sus padres”, señalan Lila Parrondo y Juan Alonso Casalilla en el libro El reto de ser padres (Ed. Salvat).

¿Cómo reacciona al saber que es adoptada?

Los expertos en adopción consideran que desconocer nuestros orígenes puede llegar a afectar nuestra salud emocional, nuestra forma de relacionarnos con los demás y en definitiva, condicionar nuestra felicidad personal.

En el caso de Beatriz, su madre le confesó que era adoptada tiempo más tarde, sin embargo madre e hija nunca profundizaron en el tema. “En el fondo lo que más temen los padres adoptivos son los reproches de sus hijos a que no los consideren padres al uso”, explica Beatriz. Pero reconoce que sus padres, lejos de mermar su autoestima, siempre le imprimieron carácter positivo y le hicieron tener buena consideración de sí misma, sentirse alguien feliz y afortunada. “Han pasado muchas cosas, pero en ningún momento he sentido rechazo. Me he sentido silenciada, pero no engañada u ocultada”, considera.

La relación con sus padres siguió dentro de los cauces de la normalidad. Supo que ellos querían hablar con ella mucho antes, pero fueron pasando los años y no fueron capaces. “Mis padres lo han hecho todo bien, solo una cosa que no han hecho ni siquiera mal, que es hablar. Esto es por miedo, por precaución, llámalo como quieras. Las cosas, al final, se tienen que resolver y los silencios, sean conscientes o inconscientes, sean secretos o por simple omisión, se tienen que romper”, señala Beatriz.

Pasados los treinta años, días antes de casarse por el juzgado, solicitó la partida de nacimiento y se encontró con todos sus datos de filiación, incluidos el nombre y apellidos de su madre de nacimiento, tal y como ella prefiere denominarla.

Hasta aquel momento solo sabía que había nacido en un hospital de Madrid, que sus padres adoptivos la recogieron 24 horas después de su nacimiento y que días más tarde, regresaron a Bilbao.

Durante todo ese tiempo, Beatriz se había hecho una fantasía sobre su madre biológica. Pensaba que posiblemente era una chica jovencita que se había quedado embarazada de una violación o de un novio que no se quería hacer cargo de ella y que, por creencias o motivos económicos, su familia la obligó a dar a luz y entregar a su hija en adopción.

Sin embargo, su sorpresa fue comprobar que no se trataba de una persona joven, como ella pensaba, sino de una mujer hecha y derecha de 29 años de edad. “En ese momento empecé a hacerme preguntas, ya no de quién era yo, sino de qué le pasó a esa mujer. Yo fui madre soltera y tuve un hijo con 19 años. Y encontré, de alguna forma, una línea de conexión y sentí la necesidad de decirle gracias por haberme dado la vida”, comenta Beatriz.

¿Para qué sirve el servicio de postadopción?

Beatriz estuvo cinco años dándole vueltas a qué hacer o no hacer, si decírselo a sus padres o seguir buscando más datos. Gracias a la legislación actual, muy diferente a la de la época en la que ella nació, Beatriz pudo hacer uso de los servicios postadopción que hoy existen.

Estos, además de evaluar a las familias para ver si son aptas o no aptas para adoptar, ofrecen ayuda a los padres y a los hijos, tanto para temas puntuales como para problemas a largo plazo en materia de adopción. Beatriz recurrió a uno de los dos centros que hay en Madrid y explica “con todo el mundo he podido hablar de la adopción, excepto con mis padres y mis hijos.

El psicólogo, después de unas cuantas sesiones de terapia, fue el que finalmente la apaciguó y la ayudó a encontrar el equilibrio entre su familia -esas tres piezas que, de alguna forma, integran sus padres, sus hijos y su madre de nacimiento- y sus conflictos internos. Beatriz necesitaba conocer sus orígenes, saber quién era y qué le había ocurrido a aquella mujer sin hacer daño a nadie.

El derecho a la información del hijo adoptado frente al derecho a la intimidad de los padres biológicos

Su mayor problema se debatía entre el derecho a la información y el derecho a la intimidad de su madre de nacimiento. “Yo tengo derecho a saber, pero ella tiene derecho a estar oculta”, comenta Beatriz. Sin embargo, después de analizar bien la situación y de recibir ayuda para comprender que estaba en su derecho, decidió llegar hasta el final. No había marcha atrás.

La terapia le hizo ver que quién sentía dolor era ella y que en sus manos estaba mejorar la relación con sus padres. “En realidad el esfuerzo grande ha sido decirle a mis padres todo lo que les tenía que decir. Primero, lo mucho que les quiero. Segundo, lo bien que lo han hecho, excepto una cosa que ni siquiera habían hecho, decirme que era adoptada y tercero, que había encontrado una información que llevaba cinco años sin darle importancia.” Pero de la misma forma que sabía que les iba a hacer daño, también sabía que les iba dar la solución, la cura a sus heridas. “Yo iba a seguir ahí. Soy el motivo de sus alegrías y sus penas, como lo hemos sido toda la vida. Lo hemos compartido todo: mi embarazo, mi boda, mi divorcio… y era fundamental que ellos me apoyaran en esta decisión”.

Después de pasar varias fases de entendimiento con sus padres, Beatriz les agradeció todo su apoyo y les ayudó a espantar el miedo al abandono que sienten muchos padres adoptivos cuando sus hijos les dicen que quieren conocer a sus padres biológicos. Esto ocurre por temor a perderlos. “En muchos casos, subyace el concepto de frustración por no haber tenido hijos y las limitaciones de los padres a la hora de expresar sus sentimientos. Quizás por falta de madurez, por pudor o por incapacidad.”, explica Felipe Marín, psicólogo del centro de Psicología Th. Reik.

Y lo más importante, les explicó que, a pesar de tener una vida fantástica, le faltaba algo muy importante: conocer su código genético. Necesitaba saber si podía sufrir alguna enfermedad y, en caso afirmativo, si podía afectar a sus hijos. Esta preocupación es recurrente en la mayoría de los hijos adoptados que desconocen su historial médico.

El encuentro con su madre de nacimiento

Beatriz consiguió contactar con su madre de nacimiento. “Ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. Curiosamente estaba muy nerviosa, pero no lo suficiente como para no poder explicarme. Al final quedamos en vernos.”, explica

Durante el encuentro hablaron y supo todo lo que necesitaba. No había antecedentes de ningún tipo de enfermedad genética, pero averiguó que su abuela materna había sido melliza, algo que podía afectar a su hija.

Hoy Beatriz se siente en paz porque el mayor frente que tenía a la hora de conocer sus orígenes biológicos eran sus padres. Su vida no ha cambiado mucho desde entonces. Sin embargo, ahora puede hablar de la adopción tanto con sus padres como con sus hijos.

Ahora su mayor reto es dar a conocer su historia y que su testimonio sirva de referente para muchas familias que viven situaciones familiares. “Me gustaría que todo el mundo fuese consciente de que no pasa nada por conocer tus orígenes, de que no hay peligro. De que más allá del abismo hay que tender un puente y unir presente, pasado y futuro. El futuro suele venir determinado no sólo por el presente, sino también por el pasado”, concluye esbozando una sonrisa Beatriz.

Reconozco que cada vez que lo leo me emociono, especialmente el final:

Me gustaría que todo el mundo fuese consciente de que no pasa nada por conocer tus orígenes, de que no hay peligro. De que más allá del abismo hay que tender un puente y unir presente, pasado y futuro. El futuro suele venir determinado no sólo por el presente, sino también por el pasado

No hay comentarios:

Publicar un comentario